viernes, 11 de noviembre de 2011

El educador social en la Sociedad de la Información

Por Alejandro Martínez González

alejandromg@lasallecampus.es

Artículo publicado en INDIVISA Revista
Publicación trimestral del Centro Universitario La Salle
Febrero de 2002

Las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) de las que “disfrutamos” actualmente un sector de la sociedad y una pequeña parte del mundo -más de la mitad del planeta no ha utilizado nunca un teléfono y en 47 países ni siquiera hay una línea por cada 100 habitantes -, no son más que el fruto del modelo y del contexto social, político y económico en que se crean. Un modelo basado en el preponderante papel de la economía de mercado, que condiciona su forma y sus posibilidades para lograr su mayor rentabilidad. Uno abogaría por unas TIC que facilitaran la socialización por encima de la individualización, el conocimiento por encima de la información, y la rentabilidad social por encima de la económica. Pero estaríamos hablando de unas tecnologías propias de otro modelo de sociedad, con pocas posibilidades de prosperar en este contexto.

No pretendo con esto cuestionar las actuales TIC, tan útiles para la forma de vida de la sociedad occidental, sino subrayar algo que Jordi Adell viene planteando cuando se pregunta: ¿por qué la imprenta no se desarrolló en China si ya se conocía las tecnologías que están en su base antes que en Occidente? o ¿por qué de todos los modelos de televisión posible, tenemos el que tenemos? o, puestos a indagar, ¿por qué los ordenadores en vez de ser personales y para trabajar no están en la plaza del pueblo y sirven para facilitar la interacción entre vecinos?. Que las TIC no son las únicas posibles, sino las que responden a las necesidades de la sociedad en la que se desarrollan como innovaciones es una premisa que nos ayudará a dimensionarlas y relativizar su trascendencia; no así su hegemonía, que resulta inapelable.

Esto último, su papel hegemónico en el nuevo orden que anuncia la Sociedad de la Información, es lo que nos obliga a abordarlas como un nuevo área de conocimiento ineludible, cuyo aprendizaje no pasa sólo por reconocer y manejar sus aplicaciones prácticas, sino por intentar comprender el cambio de modelo social que alumbra su implementación.

En la práctica, su manejo y conocimiento resultan ya fundamentales para garantizarnos un hueco que evite nuestra exclusión. En el mundo de la Educación, son ya muchos los educadores y pedagogos que se cuestionan la adecuación del actual modelo educativo y señalan las nuevas formas de enseñar y aprender que exige la llamada Sociedad de la Información. El hecho de que “el papel de la escuela como fuente primaria de información haya desaparecido hace ya tiempo” obliga a ésta a asumir nuevos retos, que pasen por garantizar la alfabetización en el lenguaje audiovisual e informático y la formación de ciudadanos con capacidad crítica y preparación para asumir las nuevas exigencias de los nuevos modelos productivos.

Pero estos nuevos retos no deben serlo sólo para la institución escolar, sino que atañen también al campo de la intervención socioeducativa no formal, la que corresponde a la labor de los Educadores Sociales. La “inevitable” exclusión a la que se ven abocados todos aquellos que no cumplen los mínimos requisitos formativos que exige el mercado laboral, así como las desigualdades que acentúa el acceso a las nuevas TIC, hacen ineludible la inversión en acciones sociales que prevean y palien estas nuevas posibilidades de marginación y desventaja social. Entre estas nuevas acciones habría que incluir programas educativos que, también en contextos no escolares, incidan en el conocimiento crítico de las TIC.

Los profesionales del campo de la Educación Social tienen, por tanto, ante sí un doble desafío que pasa, por un lado, por ampliar sus conocimientos y habilidades en el manejo de las TIC y, por otro, por promover entre los colectivos que lo requieran su utilización, extrayendo de ellas sus potencialidades como herramientas facilitadoras de procesos grupales y de aprendizajes significativos.

En la nueva Sociedad de la Información los Educadores Sociales tienen ante sí el desafío de enfrentarse a los riesgos que producen las TIC y transformarlos en aplicaciones que faciliten - como señala Miquel Ángel Prats - el acceso a la educación, mejoren el aprendizaje escolar, potencien la participación y la comunicación, favorezcan el acceso a la información, permitan generar conocimiento, promuevan el trabajo cooperativo, refuercen la identidad cultural y puedan ser una herramienta de acción e intervención social.

Sirvan, si se quiere, estos objetivos como nuevas metas. A uno le da por pensar que igual su consecución favorece la creación de un nuevo modelo de sociedad más justo, pero se daría por satisfecho si con esto evitamos la consolidación de uno más injusto.

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